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La montaña en el séptimo arte: un repaso desordenado

Uno de los arquetipos de destino turístico más célebre, la montaña, también es protagonista en el cine. Sin embargo, lejos de limitarse a contar historias de escaladores y de supervivencia en el durísimo ambiente de los picos nevados, también fueron excusa y telón de fondo para contar diversos tipos de historias, desde las que ponen la búsqueda espiritual como eje, pasando por policiales, entre otras.

Las montañas siempre ejercieron fascinación sobre los hombres, desde tiempos inmemoriales. De hecho, para diversas civilizaciones eran sitios sagrados, donde contactarse con los dioses. Y cuando el hombre tuvo una cámara de cine en sus manos, la subió a la montaña. Sin embargo, en esa idea de contar historias, la montaña cumplió varios roles: fue protagonista dura y salvaje, impiadosa; pero también fue telón de fondo de historias de todo tipo, desde espirituales a románticas, pasando por violentas y terroríficas. Por eso, quizás sea este el modo más sencillo de hacer un repaso por esas historias, agrupándolas por subgénero.

LA MONTAÑA COMO ESCENARIO DE ACCIÓN.

Claramente, en cualquier repaso es imposible eludir a los “tanques hollywoodenses”: esas producciones con recursos, dinero y grandes figuras en el cartel. En ese subgrupo se pueden ubicar “Límite vertical” y “Máximo riesgo”. La primera data de 2000 y relata lo que le sucede a un grupo de alpinistas que pretenden hacer cumbre en el K2 (la cumbre más alta de la Cordillera Karakorum, en la frontera chino-pakistaní, y la segunda más alta del mundo tras el Monte Everest). Protagonizada por Chris O’Donnell (“Batman & Robin”, “Perfume de mujer”) y Bill Paxton (“Twister”, “Titanic”) como cabezas de elenco, y dirigida por Martin Campbell. El film se rodó en Nueva Zelanda, que aportó sus picos nevados para sustituir a los del Himalaya. En el caso de “Máximo riesgo”, la montaña es escenario de una historia policial que involucra a un grupo de maleantes, que pretenden recuperar parte del botín de un robo, y los rescatistas de la montaña que forzadamente los deben guiar. El elenco está encabezado por Sylvester Stallone (“Rambo”) y Jhon Litgow (“Harry y los Henderson”), fue dirigida por Renny Harlin y data de 1993.

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Curiosamente, la historia de “Máximo riesgo” tiene cierto parecido con una anterior: “La montaña siniestra” (en inglés sencillamente “The mountain”), que su vez se basó en la novela “Nieve de luto”, del escritor Henri Troyat, y que se inspiró en el trágico accidente que sufriera el vuelo N°245 de Air India, que impactó contra el Mont Blanc, en noviembre de 1950. El film, protagonizado por dos gigantes del cine como Spencer Tracy y Robert Wagner, se filmó en 1956. Esta película no se grabó exactamente en el Mont Blanc, pero sí muy cerca, en el valle de Chamonix, en Francia, próximo al pico “protagonista” y a otro, el Dru. La historia cuenta que Wagner convence a Tracy, su hermano mayor y experto alpinista en la ficción, de subir a la montaña a robar en los restos de un avión y su pasaje fallecido, que se estrelló en la cima.

De los 50 es también “La montaña trágica” (también conocida como “La torre blanca”), que cuenta una historia más intimista donde un enamoradísimo Glenn Ford es capaz de seguir a su amada, Alida Valli, a la cima de la Torre Blanca y así vengar a su padre, que sucumbiera allí intentando llegar a lo más alto.

Lo curioso es que aunque las referencias geográficas no son precisas, la historia parece transcurrir en Suiza, pero se filmó también en el valle de Chamonix, en los Alpes Franceses y no en los Suizos.

Volviendo a la actualidad, pero fuera ya de Hollywood, otro título que merece incluirse es la británica “K2”, de 1991, que justamente hace referencia a una expedición de dos hombres. Dirigida por Franc Roddam (creador de “Quadrophenia”), los protagonistas fueron Michael Biehn y Matt Craven. Se trata de una recreación libre del ascenso al K2 que acometieron, en 1978, los alpinistas estadounidenses Jim Wickwire y Louis Reichardt. No hay una segunda motivación en el film más que el ascenso mismo, el alpinismo en sí, aunque se introducen algunos elementos de un subgrupo al que haremos referencia más tarde: la montaña como escenario de historias de supervivencia.

Otra recreación histórica más compleja es la que plantea “Cara norte” (“Nordwand”, en su idioma original), una producción alemana de 2008, protagonizada por Bennio Fürmannn, Florian Lukas y Johanna Wokalek, y dirigida por Philipp Stölzl. La historia narra la expedición al monte Eiger (Suiza) de 1936, en la que una pareja de escaladores alemanes compitió con una austríaca por hacer cumbre.

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En la misma línea se ubica “Grito de piedra”, del cineasta alemán Werner Herzog (“Fitzcarraldo”, “Nosferatu”, “El enigma de Kaspar Hauser”), de 1991. La historia se centra en recrear el ascenso al cerro Torre, uno de los picos más difíciles de trepar, a cargo de los alpinistas italianos Cesare Maestri y Toni Egger, en 1959. La curiosidad es que el guión cinematográfico estuvo a cargo de Walter Saxer, jefe de Producción de Herzog. El director consideró que la historia terminó siendo “floja” y producto de eso no la reivindica, habitualmente, como parte de su filmografía.

LA MONTAÑA COMO ESCENARIO DE HISTORIAS DE SUPERVIVENCIA.

Las durísimas condiciones que impone la montaña, su compleja combinación entre la altura (y la falta de oxígeno), el frío, la nieve y el viento, son el telón de fondo ideal para plantear historias de supervivencia. Acaso la más arquetípica de esas historias sea “¡Viven!”, la película de 1993, con un elenco encabezado por Ethan Hawke (“La sociedad de los poetas muertos”, “Antes del amanecer”) y que revive la tragedia del equipo de rugby uruguayo Old Christians, cuyo avión Fokker F-27 cayó en los Andes, en las proximidades del volcán Tinguirica, en octubre de 1972. Aunque el impacto supuso el fallecimiento de 13 personas, y otras 5 perecieron en los días subsiguientes producto de las heridas, otros 27 integrantes del vuelo lograron sobrevivir hasta que fueron rescatados. Curiosamente, “¡Viven!” se rodó en una montaña canadiense de 2.500 msnm y en su base. Los interiores corresponden a un estudio de cine de Vancouver.

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Sin abismos, sin viento helado, sin nieve, “127 horas” también es una historia de supervivencia en la montaña. Protagonizada por James Franco (“Oz, el poderoso”), la historia recrea el episodio real de Aaron Ralston, quien atrapado en un estrecho cañón en Robbers Roost (Utah), debió amputarse a sí mismo el brazo para liberarse tras sobrevivir cinco días, en 2003.

LA MONTAÑA COMO ESCENARIO ROMÁNTICO Y ESPIRITUAL.

Es cierto que en ninguno de los dos casos la montaña está presente casi todo el tiempo como en las otras producciones. Sin embargo, en ambos casos, la montaña o las montañas juegan un rol central, preponderante. En el caso de “Brokeback mountain (Secreto en la montaña)” es el escenario donde todo comenzó, donde la historia de amor estalla y florece. Es allí, en la montaña (una montaña más amable, casi sin nieve, verde, vital… un refugio romántico), donde los personajes de Heath Ledger (el inolvidable Guasón de “El caballero de la noche”) y Jake Gyllenhall (“El día después de mañana”) se trenzan en una historia de amor gay que desafía estereotipos sociales y prejuicios, al tiempo mismo. “Brokeback mountain” es un film multipremiado, comenzando por el Oscar a Mejor director que se llevó su creador, Ang Lee, y a mejor banda de sonido original, que obtuvo el compatriota Gustavo Santaolalla.

En “Siete años en el Tíbet” las montañas son el límite, aquello que encierra ese mundo mágico, ancestral y sagrado que es el Tíbet. Es ese borde que los personajes de Brad Pitt y David Thewlis intentan varias veces superar (hasta que lo logran) para huir del Ejército Británico, y es aque al que vuelven a superar para huir del Ejército Chino, en la vuelta al hogar europeo.

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